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Lunes 22 de Abril de 2019

Enfoques

Después de Notre Dame. La seguridad en los edificios históricos argentinos Análisis de riesgo por videocámara, detectores de humo y telones de chapa son algunos de los sistemas que protegen al Teatro Colón, el CCK o la Basílica de Luján LaNación

Por Mauricio Giambartolomei.

En la Ballena Azul del CCK se usa la sensorización por aspersión

La atención del mundo se posó sobre París el lunes pasado cuando las llamas empezaron a devorar la Catedral de Notre Dame mientras era sometida a un proceso de restauración.

Franceses, turistas y personas que siguieron en todo el mundo el minuto a minuto no podían entender por qué el fuego consumía el ícono arquitectónico y católico considerado patrimonio histórico de la humanidad.

Mientras avanza la investigación para conocer el origen del incendio –se habla de un posible cortocircuito– y se planifica la recuperación de Notre Dame, surgen las dudas y las preguntas sobre los sistemas de detección temprana de siniestros y si acaso funcionaron correctamente como para poder anticiparse a la propagación de las llamas. Lo que ocurrió en la catedral parisina traslada la pregunta hacia los edificios históricos y de valor patrimonial de Buenos Aires. ¿Cuáles son las medidas de seguridad y los protocolos que permiten reducir la posibilidad de una catástrofe?

Detectores de humo y de temperatura en diferentes variantes de acuerdo con la complejidad arquitectónica del lugar; análisis de riesgo por videocámara; planos, señalización y sistemas de evacuación; tanques de agua capaces de abastecer una red de dispersores y apagar un incendio en pocos minutos; telones de chapa para evitar que el fuego se propague; y miles de rociadores para un solo edificio son algunas de las medidas implementadas para extremar la seguridad de teatros, museos, catedrales, basílicas y otros sitios con valor patrimonial.

“Los mayores riesgos para estos edificios ocurren cuando se hace mantenimiento, conservación o restauración masiva o integral. Sea chica o gigante, el riesgo se incrementa porque se incorpora instrumental, herramientas, instalaciones eléctricas provisorias, se trabaja con diluyentes y solventes, muy inflamables y peligrosos”, opinó Eduardo Scagliotti, arquitecto especializado en conservación patrimonial.

“Hay dos planos de análisis: cómo deberían estar protegidos de manera activa de acuerdo a su uso, y cómo debe ser complementada esa protección con planes de contingencia y protocolos en las intervenciones”, agregó el arquitecto, que integró el equipo de profesionales que participó de la renovación del Teatro Colón finalizada en 2010 .

El Colón, inaugurado en 1908, está dotado de sistemas de detección de incendios, y de otros que actúan en caso de propagación del siniestro. Cuenta con un tanque de agua de 450.000 litros de los cuales 380.000 son de reserva exclusiva para utilizar en caso de fuego, que puede alimentar durante una hora al sistema denominado “diluvio” e instalado en el escenario que, ante un evento, dispara agua en forma de lluvia.

El tanque gigante puede alimentar a los 5000 sprinklers, o rociadores, distribuidos en cada rincón del teatro salvo en la sala principal, en el salón Dorado y en los lugares donde se trabaja con tableros eléctricos. En esos sitios se puede atacar el siniestro con matafuegos (hay 500 en todo el lugar) o con el sistema hidrante que consta de 175 bocas de incendio equipada (BIE), dotadas de mangueras, matafuegos, un teléfono y una alarma manual. Conservación y prevención

“Hay puertas cortafuego que se van cerrando y generan estancos en diferentes sectores, un telón de chapa de doce toneladas que cae en caso de incendio y separa el escenario de la sala, 3000 detectores de humo distribuidos en la sala, oficinas, pasillos, depósitos, talleres, salas de máquinas, comedores, confiterías, escenario, y una dotación propia de bomberos activa las 24 horas”, enumeró el ingeniero Fabián Chinetti, director técnico operativo del Colón.

Los especialistas consultados coinciden en que los edificios históricos presentan dificultades que no tienen otros sitios como depósitos, oficinas, talleres y galpones. Las cúpulas de las catedrales o iglesias, por ejemplo, resultan un verdadero desafío para el diseño de los sistemas de detección temprana. La conservación del arte y la arquitectura y la discusión entre los conservacionistas de colocar o no elementos de seguridad visibles le agregan mayores obstáculos a los proyectos.

Los lugares más inaccesibles de la Basílica de Luján, por ejemplo, como las dos agujas de las torres y la parte interior de los techos, están protegidos por un sistema de detección de incendios con videocámaras que registran imágenes analizadas luego en un panel central de información. “Las imágenes van a una caja negra que con un patrón de una imagen sin humo la compara con la que toman las cámaras, todo analizado a través de un software. Es una alternativa efectiva, pero no es la primera alternativa que surge. Se utiliza cuando hay situaciones de compromisos en los que no se pueden usar los sensores térmicos y de humo”, explicó Marcos Gómez, director del área de Tecnología de Securitas, la empresa que instaló el sistema en Luján, y que también tuvo intervención en la renovación del Colón.

La Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner (CCK) ofrece otro sistema usado con frecuencia en sitios de gran altura o adonde es primordial tener un control más exhaustivo debido a que los detectores de humo se encuentran en el techo y solo se activan cuando el humo llega hasta ellos. En el CCK se utiliza la sensorización por aspersión, un sistema integrado por cientos de mangueras capilares que aspiran aire en forma constante y envían la información a una central inteligente. Todas convergen en una caja negra que analiza si el aire contiene partículas de humo; en ese caso se activan los protocolos de prevención.

“Los accidentes ocurren, pero se pueden evitar y bajar la probabilidad con medidas de seguridad extremas, con personal adecuado, con capacitación permanente y con un buen mantenimiento de los sistemas de detección de siniestros. Un incidente como el de Notre Dame puede pasar, pero con todos estas medidas se reduce la probabilidad”, sostuvo Sandra Miguelles, arquitecta con postgrado en patrimonio.

Entre otras cosas la experta se refiere a las normas que rigen para todos los edificios de la Ciudad de Buenos Aires, históricos o no, que deben responder a la ley 5920/18 que fija un plan de evacuación autorizado y analizado por Defensa Civil. El objetivo es establecer una cadena de seguridad para achicar aún más el margen de riesgo, más allá de los dispositivos electrónicos y los distintos sistemas de prevención.

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