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Viernes 17 de Enero de 2020

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Nisman: una nueva pista ubica a un espía muy cerca de Lagomarsino. Un agente de la SIDE permaneció durante 12 horas en Martínez, el barrio del técnico informático, antes de que el fiscal fuera encontrado muerto en Puerto Madero. Y desde allí, el espía habló 27 veces con sus jefes de Inteligencia Clarín

Por Héctor Gambini
Un agente de la SIDE permaneció durante 12 horas en Martínez, el barrio del técnico informático, antes de que el fiscal fuera encontrado muerto en Puerto Madero. Y desde allí, el espía habló 27 veces con sus jefes de Inteligencia. La revelación surge de un entrecruzamiento de llamadas realizado por la Federal. Otro peritaje demostró que se podía ingresar a la torre donde vivía Nisman sin ser detectado por las cámaras de seguridad.

En el baño de un departamento de Puerto Madero hay un cadáver. Está vestido con un pantalón corto, oscuro, y una remera blanca. Descalzo. Paralelo a la bañera, boca arriba, la cabeza hacia la derecha, recostada sobre la bisagra inferior de la puerta cerrada. Si no fuera por la sangre que irradia toda la escena de muerte violenta, por esa desmesura de charco escarlata, podría parecer un hombre dormido. Es un domingo lluvioso de enero y el país está a punto de entrar en conmoción. El muerto es un fiscal federal de la Nación. Ha investigado el atentado contra la AMIA y hace cuatro días que denunció a la presidenta Cristina Kirchner por encubrir a sus autores. Al día siguiente lo esperan en el Congreso para escuchar los argumentos de su acusación. Pero ahora son las 10.10 de la mañana y todavía nadie sabe que Nisman está muerto.
O casi nadie.

En ese mismo instante, un funcionario de la Dirección General de Reunión Interior de la SIDE se comunica mediante un radio de Nextel con uno de sus agentes activos. El que inicia la llamada está en la Capital. Lo toma una antena ubicada en la avenida Beiró, entre los barrios de Agronomía y Villa del Parque. El que la recibe está en Martínez, al norte del Conurbano bonaerense. Lo toma una antena de la calle Hipólito Yrigoyen 3197, muy cerca de la Panamericana.
Ese espía que está trabajando este domingo a la mañana nunca estuvo antes allí, en ese punto de Martínez. Jamás una comunicación suya ha sido activada en esa dirección ni lo será durante los próximos 5 años. Pero ahora, este domingo en que Nisman aparecerá muerto, está justo ahí, registrado por una antena de telefonía que queda a sólo una cuadra del departamento donde vive Diego Lagomarsino.

Este dato -surgido de un entrecruzamiento de llamadas hecho por la Policía Federal al que accedió Clarín- es la nueva pista del caso, a horas de cumplirse 5 años de la muerte del fiscal.

Lagomarsino es un experto informático que trabajaba con Nisman en la fiscalía AMIA. El sábado fue dos veces al departamento de su jefe en Puerto Madero. Justo mientras él lo visitaba, un extraño incendio en una oficina de la Rosada destruía los registros de ingresos y egresos a la Casa de Gobierno. Lagomarsino dirá después, el lunes, que el arma de la que salió el disparo que mató a Nisman, ésa que ahora está en un charco de sangre bajo el hombro izquierdo del fiscal, es suya. Que se la llevó él porque Nisman se lo pidió. Y que lo hizo luego de que Nisman lo llamara, mientras él estaba en la pileta con su mujer, sus hijos y su cuñada.

Luego se sabrá, por esos mismos registros telefónicos que ahora sitúan a un espía activo de la SIDE a pocos metros de su casa, que no fue Nisman quien llamó primero aquel sábado. Que Lagomarsino le mandó un whatsapp antes y luego de eso respondió Nisman. Que no fue Nisman sino Lagomarsino quien provocó el encuentro que terminaría con la muerte del fiscal.

El espía que este domingo está demasiado cerca de Lagomarsino mientras Nisman está muerto pero aún nadie lo sabe tendrá este día 38 comunicaciones de radio por Nextel, 27 de ellas desde el barrio de Lagomarsino.

Empieza a las 10.10 y sigue hasta las 16.59. A esa hora lo llaman desde una antena que corresponde a la zona de Puerto Madero donde está el departamento de Nisman. Tras ese llamado queda en silencio dos horas y luego aparece en otras localidades del Conurbano: Tres de Febrero y San Martín. Allí se comunica 11 veces más con sus mismos interlocutores: altos funcionarios de la Secretaría de Inteligencia del Estado. Pero vuelve al barrio de Lagomarsino cerca de las diez de la noche.

En dos minutos ( 22.07 y 22.08) emite tres comunicaciones más y recibe una. Luego de esta última se desconecta, pero no se sabe a qué hora abandona la zona y termina su día de trabajo.

Cuando el espía de Martínez apaga su teléfono, los custodios de Nisman están llegando a Puerto Madero para subir al departamento del fiscal con un cerrajero que va a abrir la puerta para que entren el custodio Armando Niz, la madre de Nisman y una amiga de ella. Y caminarán hacia el cuarto del fiscal, pasarán el vestidor y llegarán al baño, que está con la luz encendida. Y entonces, formalmente, ahora sí, el país se enterará de que Nisman ha muerto.

De acuerdo a las diferentes activaciones de su teléfono a las que accedió

Clarín, el aparato del espía de Martínez se activa allí un rato antes de que los custodios de Nisman lleguen por primera vez a Puerto Madero -por la mañana, apenas pasadas las 10.30-, se desplaza justo cuando éstos suben a tocarle timbre al fiscal y ven que no contesta (cerca de las cinco de la tarde) y vuelve al barrio de Lagomarsino cuando los custodios ya llegan con el cerrajero y faltan minutos para que Nisman sea descubierto. Es un juego de espejos: las comunicaciones del espía de Martínez parecen acompañar el ritmo de la bús

queda en Puerto Madero. Lagomarsino dijo que estuvo ese domingo en su casa durante la mañana, se fue al mediodía a comer un asado a la casa de unos amigos en Pilar y regresó pasadas las siete de la tarde. Por la mañana le envió un mensaje a Nisman donde le preguntaba si estaba más tranquilo. Nisman nunca lo leyó. Ya estaba muerto con el arma que él le había dejado la tarde anterior. Poco después de las 11 fue al supermercado, volvió a buscar a su familia, pasó a comprar helado y se fue a Pilar. El espía hacía una hora que había empezado a comuni

carse desde su barrio. Por la noche, cuando al agente le levantaron la misión, Lagomarsino ya había regresado a su casa hacía más de dos horas.

¿El espía controlaba a Lagomarsino o se encontró con él? ¿Hablaron personalmente entre ellos? ¿Por qué la SIDE estaría detrás de Lagomarsino si nadie sabía que Nisman estaba muerto?

Un delicado mecanismo de relojería en medio del barro.

El “nuevo” espía pegado a la casa de Lagomarsino que recién ahora surge en los entrecruzamientos de llamadas estuvo activo aquel domingo exactamente las 12 horas que los custodios necesitaron para “encontrar” a Nisman muerto en el baño desde que llegaron a Le Parc hasta que entraron con el cerrajero. La insólita comedia de enredos que protagonizaron aquel día es conocida: lo llamaban pero tardaron seis horas en subir a golpearle la puerta y luego atravesaron dos veces la Capital hasta la casa de la madre de Nisman para buscar una clave inútil y terminaron solucionando el acceso con un cerrajero del barrio que abrió la puerta apenas le dio medio giro al pestillo que la trababa. Eso a pesar de que las secretarias de Nisman ya les habían ordenado varias veces “tirar la puerta abajo” para ver qué estaba pasando con el fiscal que no contestaba.

El caso es un festín para los detallistas: los custodios siempre se movieron juntos -fueron los dos a todos lados y ninguno de ellos se quedó en Le Parc por si Nisman estaba herido y necesitaba ayuda o simplemente por si los llamaba urgente porque se había quedado dormido-, pero al momento de subir con el cerrajero a ver qué pasaba sólo subió uno. El otro, después de buscar a Nisman todo el día, eligió quedarse abajo justo cuando lo iban a encontrar.

Este custodio que no quiso “encontrar” a Nisman es Luis Miño, el mismo que había ido a buscar al fiscal al aeropuerto de Ezeiza cuando éste volvió de Europa, el lunes 12 de enero a la mañana. Y también el mismo que lo llevó a TN para la entrevista nocturna el miércoles en que Nisman denunció a Cristina. Miño tenía varias líneas de celulares a su nombre cuya procedencia nunca detalló. Había trabajado como custodio en el Exxel Group, en una firma cuya propiedad se adjudicó a un grupo de espías, subsidiaria de otra que controlaba la seguridad privada en el aeropuerto de Ezeiza y que era dirigida por el segundo de Jorge “El Tigre” Acosta en la ESMA durante la dictadura, Adolfo Donda Tigel. Estos contratos de Ezeiza habían sido desactivados por el primer interventor de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), Marcelo Saín, cuando asumió en 2005.

Saín -que hoy lidia con los crímenes en Rosario como ministro de Seguridad de Santa Fe- declaró luego que, cuando vio a Lagomarsino por TV, tras la muerte de Nisman, lo reconoció como a un espía que le habían presentado en aquella época para darle información sobre narcotráfico.

Lagomarsino siempre negó esto, aunque llegó al entorno de Nisman al año siguiente -2006- de la mano de su amigo Moro Rodríguez, justamente un espía de la misma PSA que terminó echado de la fuerza por el propio Saín.

Las 27 comunicaciones del agente de la SIDE que ahora aparece “pegado” a Lagomarsino desde su barrio fueron hacia un superior suyo de la Dirección de Reunión Interior, quien a su vez tuvo comunicaciones con el jefe del área, Fernando Pocino. Éste se comunicaba luego con el segundo jefe de la SIDE, Juan Martín Mena, actual viceministro de Justicia de la Nación en el flamante gobierno de Alberto Fernández.

Todos estos registros -cruces de llamadas que sigue haciendo la Unidad Federal de Investigaciones Especiales de la Policía Federal- son la nueva prueba en el caso Nisman y ya están incorporados al expediente que investiga la muerte del fiscal, según confirmaron a Clarín fuentes judiciales.

El Nextel de este agente -que sigue trabajando actualmente en la AFI (ex SIDE) y cuyo nombre ya está en poder de los investigadores- integraba una flota de equipos de comunicación que en la SIDE identificaban como COM. Todos estos aparatos pertenecían al área Reunión Interior que dirigía Pocino, el espía que ese mismo día se iba comunicando con Mena mientras recibía llamados de sus agentes.

Pocino representaba en ese momento el ala más “leal” de la SIDE a Cristina Kirchner, aliado con el jefe del Ejército que manejaba la inteligencia paralela, César Milani. Estaba enfrentado a Antonio “Jaime” Stiuso, el hombre fuerte del organismo que el kirchnerismo había alentado desde los comienzos del gobierno de Néstor Kirchner y a quien acababa de soltarle la mano, un mes antes de la muerte de Nisman.

Pocino había cultivado una relación personal con Cristina Kirchner porque trabajó con ella en la Comisión Bicameral del Congreso que seguía el tema AMIA. Tejió relaciones con Milani cuando éste era el segundo jefe de Inteligencia del Ejército y aún era coronel, aunque tenía llegada sin intermediarios al despacho de la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, en 2007.

Cuando Cristina intervino la SIDE y puso al frente a Oscar Parrilli, el referente directo de Pocino pasó a ser el Señor Ocho, segundo de Parrilli: Mena. Él estaba entre los denunciados por Nisman de encubrir a los terroristas que volaron la AMIA. Hoy su procesamiento -igual que el de Cristina y el del flamante jefe de los abogados del Estado, Carlos Zannini, entre otros- sigue firme por un fallo de la Cámara Federal.

Según los datos que constan en la causa, mientras el espía de Martínez se reportaba desde el barrio de Lagomarsino, Pocino llamaba a Mena 11 veces. Varios de esos contactos tienen una duración muy breve, de 7 u 8 segundos. Pero en otros mantienen conversaciones más prolongadas. A las 12.00 hablan casi 15 minutos; a las 15.48, cinco minutos y a las 16.16, 37 segundos. Todos los llamados son de Pocino hacia Mena y mientras los custodios de Nisman aún no habían subido a golpearle la puerta al fiscal muerto.

Además de llamar a Mena, Pocino tiene también varias comunicaciones con Alberto Massino -director de Análisis de la SIDE que respondía a Anto

nio Stiuso- y con César Milani.

Con el jefe del Ejército habla a las 13.45 (casi 7 minutos) y a las 17.06 (94 segundos). A esta hora los custodios subían a golpearle la puerta a Nisman y desde Puerto Madero llamaban al espía de Martínez para sacarlo de la zona hasta la noche, cuando Lagomarsino volviera a su casa tras el asado con amigos en Pilar.

Ese sugestivo cruce de llamadas arroja un dato más. A las 13.44 -cuando todavía la falta de respuestas de Nisman no había alarmado a nadie- el custodio Benítez llama a su colega Miño y hablan 80 segundos. Benítez había trabajado el día anterior y dirá luego que Nisman le había pedido un arma, aunque sus tres declaraciones serán diferentes. Miño es el hombre que está a punto de “estirar” la búsqueda de Nisman hasta que no le quede más remedio, más allá de las diez de la noche.

El lunes a la mañana, nueve horas después de que el espía que se había instalado en su barrio apagara el teléfono, Lagomarsino dice que se entera de que Nisman ha muerto por un whatsapp de su hermano y va a declarar espontáneamente que él le había llevado el arma a Nisman a pedido del fiscal. El empleado judicial que le indicó que no era allí donde debía contar lo que quería contar -fue al juzgado de Manuel De Campos y debía ir al que De Campos subrogaba, que en realidad era el de Fabiana Palmaghini-, declaró luego que Lagomarsino estaba muy nervioso, “lloraba como una actriz” y cambiaba su relato constantemente.

La pregunta de los investigadores - que aún hoy lo mantienen vigilado con tobillera electrónica en su casa- es si Lagomarsino realmente vio a Nisman aquella tarde. Su relato del “arma amiga” -para suicidarse, Nisman “necesitaba” una pistola propia o al menos la de un conocido- le dio cuerpo a la idea del suicidio que el Gobierno trató de imponer seis veces en las primeras 24 horas del caso.

A las 9.15 de aquel sábado y antes de que Lagomarsino se comunicara con Nisman, la madre del fiscal había invitado a su hijo a almorzar a su casa. Él le respondió que no podía porque tenía mucho trabajo. En esa casa Nisman guardaba su propia pistola. Si pensaba suicidarse, era una excelente excusa para ir a buscarla. Mucho más sencillo que tirarse un lance improbable con su empleado informático, apenas un rato después, sin saber si éste tenía o no un arma. Esa es la otra sospecha que sigue a flote cinco años después. ¿Realmente Nisman le pidió un arma a Lagomarsino?

Enseguida, aquel lunes 19 de enero cuando el país supo que Nisman estaba muerto y los espías acababan de pasarse el domingo hablando entre sí, hubo al menos seis manifestaciones oficiales en menos de 24 horas donde se mencionó o se sugirió con fuerza que el fiscal se había suicidado: se lo dice el custodio Niz a una secretaria de Nisman; lo escribe una médica legista en un acta oficial - averiguación de suicidio-; lo sugiere la Secretaría de Seguridad de Berni en un comunicado que arman durante la madrugada y mientras hablan con Cristina; se lo dice a la fiscal un jefe administrativo de la morgue que al día siguiente se retracta, llama para disculparse y no lo atienden; lo sugiere el custodio Benítez tras hablar con un espía y, finalmente, lo escribe la misma Presidenta en una carta en Facebook: “¿Qué fue lo que llevó a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida?”.

Pero duró poco. Al día siguiente quedó claro que la autopsia no determinaba suicidio. Poco después, la fiscal Fein admite que “lamentablemente” el suicidio no podía probarse porque no había huellas de pólvora en las manos de Nisman. La causa fue luego a una junta médica del Cuerpo Médico Forense que dijo que no podía asegurar ni descartar ni un suicidio ni un asesinato; después a una junta criminalística de la Policía Federal que analizó la sangre bajo un escenario de suicidio frente al espejo, pero que en sus conclusiones recomienda el trabajo de un equipo multidisciplinario que llegue a una conclusión más segura y finalmente opinan 27 peritos de la Gendarmería.

A Nisman lo mataron, dicen estos peritos.
El nuevo cruce que sitúa a un espía activo -y pasando información a sus jefes en tiempo real desde el barrio de Lagomarsino- es parte de las 45.000 comunicaciones que se siguen en el caso y que apunta a una actividad frenética de los espías de la SIDE, del Ejército o de la Policía Bonaerense coordinando, alertando o esperando algo. Comunicaciones absolutamente inusuales de un domingo de enero -por la cantidad de llamadas y la cantidad y jerarquía de los involucrados- en la previa de una muerte inusual.

Lagomarsino insiste en que tenía con su jefe una relación de “amo a esclavo”, que él tiene la autoestima baja y que con Nisman “a veces podía pasar una semana o 15 días sin hablar”. Los registros dicen que hubo 362 comunicaciones entre Nisman y Lagomarsino durante los 10 meses previos a la muerte del fiscal. Lagomarsino dijo que se enteró de que Nisman iba a denunciar a la Presidenta ocho meses antes y porque el propio fiscal se lo contó, algo que, por lo extremadamente sensible de la información, otros miembros de la fiscalía ponen en duda.

Si la muerte de Nisman fue un suicidio inesperado y cometido con la libertad de su propia conciencia, será la primera vez en la historia argentina que una muerte voluntaria esté rodeada de semejante telaraña de detalles circunstanciales - numerosos, excepcionales y concordantes- sucedidos en las horas finales y aún tras una muerte ocurrida cuando nadie lo sabía.

O casi nadie.

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